¿Dónde está? Se pregunta el quejoso que no consigue su objetivo. “Me habían dicho que aquí en las grandes noches aparecía cuando más se necesitaba. Y hoy nos ha sido esquiva. Eso antes no pasaba, ahora sí…..”
Quizás porque lo que no sabe, es que la suerte no aparece porque sí, sino que hay que ir a buscarla. Y cuando uno se traiciona a sí mismo perdiendo el alma, y precisamente lo que te ha hecho SER grande, demostrándolo en tantas ocasiones, lo normal es que tengas de todo, menos suerte.
Cuando uno elige SER grande, ser protagonista, marcar territorio, presentar sus credenciales de actitud, persistencia, valentía, tesón, esperanza, esfuerzo, llegan las acciones importantes en los momentos que sólo tú sientes que podrás conseguirlo, por mucho que las condiciones te sean complemente adversas.
Pero cuando uno no se encarga, culpa a todo lo externo de lo que le ocurre en su vida y percibe la realidad de manera distorsionada, se convierte en un incapaz, porque hasta que lo de afuera no se transforme en lo que quisiera, no podrá alcanzar sus objetivos.
La persona con actitud quejosa jamás encontrará recompensa porque no sabe realmente quién es, ni lo que puede llegar a ser por supuesto. Todo comienza por mirarse dentro, darse cuenta que ha estado alejada de lo que es por mucho tiempo, pegar un golpe encima la mesa, enfrentarse con valor y se desprenderse de la coraza de pobrecita, para poder recorrer el apasionante camino hacia el éxito.
¿Se imaginan a un Rafa Nadal quejándose de su suerte? ¿De la pista? ¿La habilidad del rival? ¿Las decisiones del árbitro? ¿El sorteo del cuadro? ¿Los kilómetros que viaja o el horario de los entrenamientos?
Tener a grandes referentes nos ayuda sobremanera, porque más allá de catalogarlos como extraterrestres (esto lo hace la actitud quejosa y pobrecita nuestra para no trabajar en mejorar) lo que sí hacen es que podamos apreciar qué aspectos podríamos mejorar para que nuestro rendimiento personal o profesional se incrementen.
No hay nada mejor, se lo recomiendo, que sentir el poder de que tú tienes todo en la mano para conseguirlo. Y justo en ese momento, dejarás de echar en falta a la suerte, porque no la necesitarás.
Así que, ¿qué vas a hacer a partir de ya, quejarte o encargarte?